domingo, 1 de marzo de 2009


EL OLVIDO DE LOS SUEÑOS


Charla-Coloquio impartida el 27 de febrero de 2009 por la psicoanalista Helena Trujillo

El año ha comenzado con fuerza, la nueva convocatoria volvió a llenar la sala. Muchas personas tuvieron que permanecer de pie por la falta de asientos y seguían llegando personas casi al final de la conferencia. El tema de los sueños vuelve a suscitar un gran interés entre el público.

En tiempos que podemos llamar precientíficos, la explicación de los sueños era para los hombres cosa corriente. Lo que de ellos recordaban al despertar era interpretado como una manifestación de poderes supraterrenos, demoníacos o divinos. Con el florecimiento de la disciplina intelectual de las ciencias físicas, toda esta significativa mitología se ha transformado en psicología, y actualmente son muy pocos los que dudan aún de que los sueños son una propia función psíquica del durmiente. Freud es quien realmente descubre el papel específico que cumplen los sueños. Los sueños tienen un sentido y una lógica distinta a los de los pensamientos conscientes.

La técnica utilizada para la interpretación de los sueños procede del tratamiento con pacientes psiconeuróticos, es decir, la técnica de asociación libre. Se demanda al paciente o al soñante que dirija su atención sobre la idea de referencia, mas no como ya lo ha hecho tantas veces, para meditar sobre ella, sino para observar claramente y comunicar al psicoanalista todo aquello que se le ocurra con respecto a ella. No tardan en presentarse numerosas ocurrencias, a las que se ligan otras nuevas, pero que regularmente van acompañadas de un desfavorable juicio que las tacha de insensatas, nimias e impertinentes, y dice que se le han ocurrido casualmente y fuera de toda conexión con el tema tratado.

La mayoría de los sueños, como todos ustedes saben, escapa al recuerdo, y no quedan de ellos sino fragmentos insignificantes. Parece, pues, imposible que sobre la interpretación de estos materiales quiera fundarse una Psicología científica o un método terapéutico. A estas objeciones, hemos de responder que cosas de gran importancia pueden no manifestarse sino por muy pequeños indicios. Por otro lado, la indeterminación constituye un carácter peculiar de los sueños. Es normal que tengamos la sensación de que nunca recordamos los sueños tal y como los experimentamos en la noche.

Debemos considerar que lo que nos interesa del sueño es el relato que el sujeto hace del mismo, no tanto su recuerdo. Hay que diferenciar entre sueño manifiesto (sueño soñado) y el sueño contado, no sirve anotar el sueño cuando nos despertemos, lo que olvidemos cuando contamos el sueño también es importante.

Se podrían considerar los sueños como restos de la actividad psíquica del estado de vigilia, susceptibles de perturbar el reposo. Pero esta explicación no es suficiente. Las tendencias contra las cuales se dirige la censura de los sueños son tendencias reprensibles e indecentes desde el punto de vista ético, estético y social, y que son cosas en las que no nos atrevemos a pensar o en las cuales no pensamos sino con horror. Estos deseos censurados y que reciben en el sueño una expresión deformada son, ante todo, manifestaciones de un egoísmo sin límites ni escrúpulos. En la vida psíquica existen procesos y tendencias que generalmente ignoramos y de los que quizá nunca hemos tenido la menor noticia. El sujeto rechaza sus deseos, los censura. La realización de los mismos no puede procurarle placer alguno, ese afecto se manifiesta en forma de angustia. Las pesadillas muestran con frecuencia un contenido exento de deformación, que ha escapado a la censura.

Los procesos psicológicos del reposo difieren de los de la vida despierta. Parte de la dificultad para exponer los sueños consiste en traducir las imágenes en palabras. Hay sueños tan precisos como los sucesos de la vida real. En cambio hay otros débiles y borrosos, e incluso en un solo sueño se encuentran a veces partes de una gran precisión al lado de otras muy vagas. La mayor parte de los sueños quedan olvidados inmediatamente después del despertar, o, si se mantienen vivos durante el día, se van olvidando paulatinamente. Por el contrario, ciertos sueños se conservan tan bien que los recordamos, a veces, al cabo de muchos años. Algunos se producen una sola vez y otros surgen repetidamente sin sufrir modificación alguna o con ligeras variantes.

Desde diversos sectores se nos ha objetado que no poseemos garantía de la exactitud de nuestro conocimiento del sueño. Aquello que del sueño recordamos, y a lo que aplicamos nuestra técnica de interpretación, aparece, fragmentado por la infidelidad de nuestra memoria, particularmente incapaz para la conservación del sueño, y ha perdido, quizá, la parte más importante de su contenido.En efecto, cuando comenzamos a conceder atención a nuestros sueños nos quejamos, muchas veces, de no lograr recordar de todo un extenso sueño más que un pequeñísimo fragmento, y sin gran confianza en la exactitud de nuestro recuerdo.

En segundo lugar, todo nos hace suponer que nuestro recuerdo del sueño no es solamente fragmentario, sino también infiel. Lo mismo que dudamos de que lo soñado haya sido realmente tan incoherente y borroso como en nuestra memoria aparece, podemos poner en duda que el sueño fuera tan coherente como lo relatamos, pues al intentar reproducirlo hemos podido llenar con nuevos materiales las lagunas producidas por el olvido. Hasta ahora hemos dedicado a los elementos más insignificantes e inseguros del contenido manifiesto la misma atención que a los más precisos y más seguramente recordados.

Cualquier análisis podría proporcionarnos ejemplos de cómo precisamente los rasgos más insignificantes del sueño resultan imprescindibles para la interpretación y del retraso que sufre el análisis cuando los desatendemos al principio. También hemos de prestar atención a los matices de la expresión oral en la que el sueño nos es relatado. Hemos considerado como un texto sagrado e intangible algo que, en opinión de otros autores, no es más que una rápida y arbitraria improvisación.

Es cierto que deformamos el sueño al intentar reproducirlo, pues llevamos a cabo un proceso análogo al que describimos como una elaboración secundaria del sueño por la instancia del pensamiento normal. Pero esta deformación no es, a su vez, sino parte de la elaboración por la que pasan regularmente las ideas latentes a consecuencia de la censura. No hay en tales modificaciones arbitrariedad ninguna. En general, puede demostrarse que cuando una serie de ideas ha dejado indeterminado un elemento, hay siempre otra que toma a su cargo tal determinación.

Así, cuando nos proponemos decir al azar un número cualquiera, el que surge en nuestro pensamiento y parece constituir una ocurrencia totalmente libre y espontánea se demuestra siempre determinado en nosotros por ideas que pueden hallarse muy lejos de nuestro propósito momentáneo. Las modificaciones que el sueño experimenta al ser recordado y traducido en la vigilia no son arbitrarias en absoluto. Se hallan asociativamente enlazadas con el contenido, al que sustituyen, y sirven para mostrarnos el camino que conduce a este contenido.

Cuando un elemento del sueño presenta dudas, podemos ver en ello una indicación de que constituye un derivado directo de una de las ideas latentes proscritas. Es fundamental que cuando procedemos a analizar un sueño, solicitemos al sujeto que prescinda en absoluto de todo juicio sobre la precisión de su recuerdo y considere con una absoluta convicción la más pequeña posibilidad de que un elemento determinado haya intervenido en su sueño. El desprecio de un elemento cualquiera trae consigo, en el analizado, el efecto psíquico de impedir la emergencia de todas las representaciones indeseadas que detrás del mismo se esconden.

El psicoanálisis es justificadamente desconfiado. Una de sus reglas dice: Todo aquello que interrumpe el progreso de la labor analítica es una resistencia. También resulta imposible fundamentar el olvido de los sueños mientras no lo referimos al poder de la censura psíquica. La sensación de que hemos soñado mucho durante una noche y sólo muy poco recordamos puede tener en una serie de casos un sentido diferente, quizá el de que una amplia elaboración onírica no ha dejado en toda la noche tras sí más que aquel solo sueño. Todo aquello que el olvido ha suprimido del contenido manifiesto puede ser reconstruido, con frecuencia, en el análisis, sobre todo lo que nos interesa, esto es, las ideas latentes del sueño.

El estudio nos proporciona una prueba convincente de la naturaleza tendenciosa del olvido del sueño puesto al servicio de la resistencia. Sucede muchas veces que en medio de la labor de interpretación emerge un fragmento del sueño, que hasta el momento se consideraba como olvidado. Este fenómeno onírico arrancado del olvido resulta ser siempre el más importante y más próximo a la solución del sueño, razón por la cual se hallaba más expuestos que ningún otro a la resistencia.

En esta misma forma puede recordar el paciente, al llegar a determinado punto del tratamiento, un sueño que tuvo días antes y que hasta entonces reposaba en el olvido. La experiencia psicoanalítica nos ha proporcionado otra prueba de que el olvido del sueño depende mucho más de la resistencia que de la diferencia entre el estado de vigilia y el de reposo.

La próxima conferencia será el viernes 27 de marzo con el tema: "LA SEXUALIDAD FEMENINA".

Más información teléfono 952 39 21 65 o email htpsicoanalisis@ya.com

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